Entro al campo y apago el motor.
Es fácil: simplemente no sé
cómo amar a un hombre
con gentileza. La ternura
es algo que te meten
a golpes. Luciérnagas
ensartadas
a través del aire de zafiro.
Estás tan callado que casi eres
el día de mañana.
El cuerpo fue hecho suave
para librarnos
de la soledad.
Tú dijiste eso
como si el auto se estuviera
llenando de agua dulce.
No te preocupes.
No hay agua.
Solo tu ojos
cerrándose.
Mi lengua
sobre tu esternón.
Pequeños pelos negros
como las piernas
de insectos desaparecidos.
Nunca quise
la carne.
Que nunca fracasa
en fracasar
con tanta precisión.
Pero qué tal si atravesara la piel
esta delgada página
de cualquier forma
y encontrara que el corazón
no es del tamaño de un puño
sino el de tu boca abriéndose
con la amplitud
de Jerusalem. ¿Entonces qué?
Amar a otro
hombre es no dejar
a nadie atrás
que me perdone.
No quiero dejar
a nadie atrás.
Quiero poseer
y ser poseído.
Así como el campo convierte
sus secretos
en peonías.
Así como la luz
conserva su sombra
al engullirla.
Ocean Vuong