Yo sabía que tú no me ibas a perder, que amarte era prolongar el dolor, llevar la boca muerta y las manos arriba. Sabía que los helechos en mi camino estaban secos, que existe para condenarme, para que pueda caminar, poner la boca de este presente, del agua en mi pecho, de lo poco en lo que creo y me basta. Yo sabía que no me ibas a perder, porque la sangre no era tuya, porque el pasillo a oscuras no daba a tu puerta, porque no fuiste tú quien llegó tarde, querido, a amor.
Gabriela Rosas