Llevaban una vida feliz. Estaban educadas para no salir de este ámbito de felicidad por mucho que aprendieran. Quizá por tener unos padres cariñosos. Pero no conocían la verdadera alegría. Las personas no pueden elegir lo que es mejor. Cada uno está hecho para vivir su propia vida. La felicidad es vivir sintiendo, lo menos posible, que el hombre, en realidad, está solo.
Pero yo también creo que eso está bien. Sonreirán como una flor con el delantal puesto, aprenderán a cocinar, se enamorarán, atormentándose o desorientándose, y se casarán. Eso, creo que es magnífico. Es bonito y dulce. A mí me repugna mi vida, mi nacimiento, el ambiente en el que he crecido, todo, en especial cuando estoy muy cansada, cuando me salen granos en la cara o me siento sola, o cuando llamo a mis amigos y no están. Acabo arrepintiéndome de todo.
Pero en la cocina, aquel verano tan, tan feliz…
No tenía ningún miedo de cortarme ni de quemarme, y no me importaba pasar la noche en vela.
Cada día temblaba de emoción al poder luchar de nuevo cuando llegara la luz. Un pedazo de mi alma quedó con aquel pastel de zanahoria que preparé tantas veces que casi aprendí a hacer de memoria, y hubiera arriesgado mi vida por conseguir aquellos tomates tan rojos que encontré en el supermercado.
Así conocí las cosas agradables y ya no pude volver atrás.
Quiero seguir sintiendo a toda costa que algún día he de morir. De otro modo, no sentiría que estoy viviendo. Por eso, mi vida es así.
Suspiro con alivio al salir a la carretera nacional después de andar por el borde de un precipicio en la oscuridad. Conozco la belleza del claro de luna que penetra en mi corazón, y contemplándola pienso: «Ya basta».
Kitchen (Fragmento)
Banana Yoshimoto